Estudio Bíblico: "JESÚS SANA AL SIERVO DEL CENTURIÓN"




Jesús sana al siervo de un centurión (Lucas 7:1-10)
Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, se fue a Capernaúm. Vivía allí un capitán romano que tenía un criado al que estimaba mucho, el cual estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, mandó a unos ancianos de los judíos a rogarle que fuera a sanar a su criado. Ellos se presentaron a Jesús y le rogaron mucho, diciendo:
—Este capitán merece que lo ayudes, porque ama a nuestra nación y él mismo hizo construir nuestra sinagoga.

Jesús fue con ellos, pero cuando ya estaban cerca de la casa, el capitán mandó unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque yo no merezco que entres en mi casa;por eso, ni siquiera me atreví a ir en persona a buscarte. Solamente da la orden, para que sane mi criado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace.»
Jesús se quedó admirado al oír esto, y mirando a la gente que lo seguía dijo:
—Les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe como en este hombre.


10 Al regresar a la casa, los enviados encontraron que el criado ya estaba sano.





LUCAS 7

Jesús sana al siervo de un centurión (Mat. 8:5-13)
Lecciones enseñadas en este texto:
      1. La lección principal es que aunque muchos judíos no creían en Jesús, un militar romano de alto rango reconocía la autoridad de Jesús.
      2. Aunque muchos esclavos eran maltratados por sus amos, este hombre quería a su siervo y se preocupaba por él.
      3. Aunque la mayoría de los romanos eran odiados por los judíos, éste era apreciado y respetado por ellos.
      4. Aunque el centurión era rico, no abusó de sus riquezas, sino que usaba su dinero para edificar una sinagoga.
      5. Por esta causa los judíos decían que este romano era digno de ser bendecido por Cristo.
      6. Aunque no era lícito para un judío entrar en la casa de un gentil (Hech. 10:28) Jesús aceptó ir a la casa del centurión.
      7. Aunque el centurión era muy poderoso (centurión más o menos equivalía a “capitán”), a la vez era muy humilde.
      8. Este centurión entendía perfectamente lo que es la autoridad y la obediencia.
      9. Tenía fe excepcional en Cristo, una fe que Jesús alababa, porque creía que aun de lejos Jesús podía sanar a su siervo con nada más decir la palabra.
      10. ¿Qué otra lección o lecciones puede usted agregar? Todas estas lecciones producen fe (Rom. 10:17) y nos edifican.
       7:1  Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.  2  Y el siervo de un centurión --“denota un oficial militar al mando de 50 o 100 hombres, según el tamaño de la legión de la que formara parte”  (Vine); el centurión romano era “Oficial del ejército romano (Hch. 21:32; 22:26), comandante de 100 soldados, más tarde, de una cantidad algo mayor (cp. 23:23)” (V-E). Eran la “espina dorsal” del ejército romano.  El Nuevo Testamento habla de algunos centuriones excepcionales: aparte del centurión mencionado en este texto, leemos de Cornelio (Hech. 10, 11) y de Julio, el centurión encargado de Pablo en su viaje a Roma. También digno de mencionarse fue aquel centurión encargado de la crucifixión de Jesús quien exclamó, “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mat. 27:54). El centurión de este texto amaba a su siervo, amaba a los judíos y apoyaba el culto al Dios verdadero.
      -- a quien éste quería mucho, estaba enfermo (paralítico, Mat. 8:6) y a punto de morir.  – Había amos crueles, pero también había amos  bondadosos. 1 Ped. 2:18 se refiere a las dos clases de amos. Cuando se toma en cuenta la posición social de los esclavos en aquel entonces, la simpatía de este centurión es admirable, porque algunos militares permiten que su experiencia en guerras, etc. les endurezcan el corazón y se preocupan poco por otros
      7:3  Cuando el centurión oyó hablar de Jesús (4:37; 6:17-19), le envió unos ancianos de los judíos, rogándole (no “mandándole” como un oficial romano, sino “rogándole” como hombre humilde)que viniese y sanase a su siervo. – El centurión rogaba por su siervo amado, y los judíos rogaban por el centurión. Según Mateo, el centurión mismo vino a Jesús rogándole por su siervo (“Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado”, Mateo 8: 5).; según Lucas, los judíos le rogaban. En esto no hay conflicto alguno. Tanto el centurión como los judíos le rogaban, o el centurión le rogaba a través de los judíos como sus agentes. “Lo que uno hace por medio de otros lo hace por sí mismo, como Pilato ‘azotó a Jesús’ (esto es, hizo que lo azotaran, ATR)”. V. 4, “nos edificó una sinagoga”, ¿con sus propias manos?
      Los judíos estaban bajo el yugo de Roma, pero aquí está un romano de mucha autoridad rogando a un judío. Aunque muchos romanos despreciaban a los judíos este centurión era un bienhechor de ellos (compárese Hech.10:2. Cornelio, un centurión romano, “hacía muchas limosnas al pueblo” judío), y ahora este centurión romano pide un gran favor de estos judíos y mayormente de Jesús.
      7:4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud (muchos de los “ancianos” de los judíos eran enemigos de Jesús, pero no todos), diciéndole: Es digno de que le concedas esto;  5  porque ama a nuestra nación, y (él mismo) nos edificó una sinagoga. – De esta manera los judíos podían recompensar al centurión por su gran benevolencia hacia ellos.  ¿Por qué haría un oficial romano tal cosa para los judíos? Obviamente porque él había oído del Dios de Israel y creía en El. Probablemente su carácter bondadoso se podía atribuir a su fe en Dios. Este centurión nos recuerda de otro centurión llamado Cornelio quien adoraba a Dios (Hech. 10:1, 2). Este centurión, al igual que Cornelio (Hech. 10:2,22), tenía buenas cualidades: amaba a los judíos, amaba a su siervo y estaba muy preocupado por él, era hombre generoso y tenía mucha fe en Cristo.
      ¿Es correcto decir que alguno es “digno” de recibir las bendiciones de Jesús? Dice Hendriksen, comentarista calvinista de renombre, “Por bien intencionada que haya sido esta evaluación, huele a la doctrina de méritos humanos”. Pero ¿qué diremos de lo que Jesús dice en Luc. 10:7 y Pablo en 1 Tim. 5:18, que “el obrero es digno de su salario”? ¿No lo es? ¿Y qué diremos de lo que Jesús dice en Apoc. 3:4, “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” o Apoc. 19:7, 8, “han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.  8  Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”? ¿Todo esto “huele a la doctrina de méritos humanos”? ¿Es más sabio el Sr. Hendriksen que Jesús, el Espíritu Santo y el apóstol Pablo?
      ¿No debemos citar estos textos que hablan de algunos como “dignos”? ¿Los santos no son dignos? Jesús dice que sí. ¿Por qué tememos esta palabra puesto que es muy bíblica? Dios provee la salvación por medio de Cristo, pero esta salvación es condicional; es decir, para ser salvos tenemos que ser obedientes y fieles, siendo activos y llevando fruto para la gloria de Dios” y la Biblia enseña que los fieles son dignos. Prefiero creer lo que la Biblia dice sobre el tema.
      7:6  Y Jesús fue con ellos. – Mat. 8:7, “Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré”, aunque no era lícito que un judío entrara en la casa de un gentil (Hech. 10:28; Jn. 18:28). “Fue con ellos” aunque “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mat. 15:24). ¿Pensaba entrar en la casa de un gentil? Si no, ¿para qué “ir” para sanarle? Durante Su ministerio personal Jesús comenzó a tumbar barreras.
      ¡Cuán accesible era Jesús a todos, tanto a los gentiles como a los judíos! Si Jesús hubiera sido motivado por sentimientos humanos (carnales), habría dicho, “¿qué tiene que ver eso de que les haya edificado una sinagoga? No iré porque los romanos son opresores del pueblo”.
      Compárese el caso de la mujer cananea (Mat. 15:21-28). “Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré” (Mateo 8:7, 8). No dijo, “Yo iré y trataré de sanarle”. La venida de Jesús al mundo no era ninguna clase de “experimento”. No vino para ver si podía vivir sin pecar, y no vino para ver si podía sanar enfermos, etc. Tuvo misión específica de principio a fin y la llevó a cabo.
      -- Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;  7  por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; -- ¡Qué palabras más extrañas de labios de un elevado militar romano! El comportamiento de los militares romanos de alto rango era con dignidad y orgullo. Esperaban ser honrados y estimados por el pueblo, pero este militar dice, “no soy digno”. Precisamente por causa de su humildad y fe él era digno de recibir la bendición de Cristo. El que se humillare, será exaltado. Luc. 15:19, el hijo pródigo dijo lo mismo, “no soy digno”. También el publicano (Luc. 18:13).
       El v. 3 dice, “rogándole que viniese”, pero ahora envía a Cristo unos amigos para decirle que no entrara bajo su techo. Si Jesús estuviera aquí en la tierra, ¿nos sentiríamos dignos de que entrara bajo nuestro techo? ¿Diríamos “ni aun me tuve por digno de venir a ti”? Tomando en cuenta la hermosa invitación de Mat. 11:28-30 la respuesta debe ser que “sí”, pero con toda reverencia.
      Este centurión era muy excepcional. Imagínese un militar de alto rango pero a la vez tan humilde. Aunque él había edificado una sinagoga para los judíos, el no tuvo “más alto concepto de sí que el que debe tener” (Rom. 12:3). Si hubiera edificado 100 sinagogas, podría haber dicho la misma cosa, “no soy digno”. Aquí está un personaje muy excepcional, pues a pesar de su posición exaltada en el servicio militar, no se sentía digno de que un judío, un carpintero llamado Jesús de Nazaret, entrara bajo su techo. Reconocía que Jesús era muy superior a él. Lamentablemente la mayoría de los hombres (mayormente los elevados de este mundo, los ricos, los que ocupan puestos elevados en el gobierno, etc.) no comparten la humildad del centurión. El reconocía lo que todos deben reconocer: que nadie es digno (en el sentido de “merecer”) de recibir las bendiciones que trajo Jesús. Todos deben imitar al publicano de Luc. 18:13 (“Dios, sé propicio a mí, pecador”). Debemos recordar esto siempre que nos acerquemos a Dios.
      Luc. 18:14, “cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”; Mat. 18:4, “cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”. Este centurión fue bendecido porque se humilló delante de Jesús. Entre más grande nuestra fe en la grandeza de Cristo, más humildad producirá en nosotros.
      -- pero di la palabra, y mi siervo será sano. – Salmo 148:5, “Alaben el nombre de Jehová;  Porque él mandó, y fueron creados”. Gén. 1:3, “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (y así a través de los días de creación). Los judíos, amigos del centurión, rogaron a Jesús que él “viniese”, pero el centurión dice que no tiene que venir, “pero di la palabra” solamente. El no sólo creía en la autoridad de Jesús, sino también que Jesús podía sanar aun de lejos. El oficial del rey que quería que Jesús sanara a su hijo, “vino a él y le rogó que descendiese” para sanar a su hijo (Jn. 4: 46, 47), pero este centurión dijo que no era necesario que Jesús fuera a su casa. Dijo, “Señor, no te molestes”. Cuando él (el centurión) daba órdenes, no importaba de qué lugar las daba. Si estaba presente con los soldados o siervos, o si estaba lejos de ellos, sus órdenes habían de ser obedecidas. El reconocía la autoridad de Jesús. Sabía que El podía ejercerla de cerca o de lejos.
      Este texto enfatiza la gran fe del centurión, pero hay otra lección importantísima que no debe descuidarse: el poder, la autoridad, la majestad divina, etc. de Cristo fueron reconocidos por un extranjero que no había gozado todos los beneficios de los judíos como pueblo escogido de Dios. Sin tocar y sin ver al siervo del centurión moribundo Jesús lo sanó con su palabra omnipotente.
      7: 8  Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. – Este centurión entendía y creía en la obediencia. El entendía que sus superiores tenían el derecho de darle órdenes, esperando la obediencia, y que de la misma manera él tenía la autoridad para dar órdenes a sus inferiores y le deberían obedecer. El conocía la autoridad, y la reconocía en Cristo. El razonamiento del centurión honra grandemente a Cristo. Está diciendo que si él, con poder significativo pero limitado, debería ser obedecido, cuanto más el mandamiento de Cristo quien es muy superior a los oficiales romanos debería ser obedecido.
      En este caso no se trata de dar órdenes a otros hombres. Más bien tiene que ver con dar órdenes a una enfermedad. Este centurión creía que Jesús podía mandar enfermedades como él (el centurión) podía mandar soldados y siervos. Creía que las enfermedades obedecerían a Cristo como los soldados y siervos obedecían a él. Estaba seguro que Jesús podía mandar aun a la enfermedad de su siervo y que su orden sería obedecida; es decir, si Jesús dice a una enfermedad “vé”, la enfermedad “va”. Tenía mucha razón, pues Jesús podía mandar enfermedades, demonios, vientos y olas, y aun a los muertos.
      Este centurión excepcional no sólo tenía un concepto correcto de sí mismo, sino también tenía un concepto muy correcto de Jesús. En El veía autoridad, poder y majestad. Al mismo tiempo veía a un Señor poderoso que era accesible al pueblo; es decir, cualquier podía acercarse a El con sus peticiones, dudas e inquietudes. Jesús demostraba esto repetidas veces durante su vida aquí en la tierra.
      “Haz esto”. La gente que no obedece a Cristo (no obedece al evangelio) no tiene fe en Cristo. El centurión muestra claramente la relación entre la fe verdadera, la autoridad de Cristo y la sumisión a El. Bien sabía que Jesucristo tenía autoridad para mandar y que cuando El dice “haz esto”, es necesario obedecerle. Heb. 5:8, “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;  9  y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”.
      7:9  Al oír esto, Jesús se maravilló de él, – En esta ocasión “se maravilló” de la fe del centurión; en otra ocasión “se maravilló” de la incredulidad de los judíos (Mar. 6:6). Los evangélicos enseñan que la fe es don de Dios, pero si esto es cierto, ¿por qué dio tanta fe al centurión y no dio nada de fe a los de Nazaret? ¿Hace acepción de personas? Hech. 10:34, 35; Rom. 2:11. La fe no es un don milagroso. Más bien, “la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios” (Rom. 10:17). Cada persona tiene que oír la palabra y creerla.
      -- y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. -- Compárese Mat. 15:28, otro caso de un gentil con fe grande (“Mujer, grande es tu fe”). Estos gentiles, privados de tantos privilegios gozados por los judíos, ascendieron arriba de sus limitaciones y tenían fe excepcional en Jesús.
      Estos relatos indican que Cristo buscaba la fe en la gente; también cuando venga la segunda vez, la buscará (Luc. 18:8). Algunos citan Efes. 2:8 para probar que Dios da fe a la gente. ¿Por qué, pues, dio tanta fe a este centurión romano y a la mujer cananea, pero no dio nada de fe a los judíos de Nazaret? (JWM). Algunos tenían (y tienen) “poca fe” (Mat. 6:30; 8:26; 14:31). Por eso, debemos decir, “Auméntanos la fe” (Luc. 17:5).
      “Ni aun en Israel he hallado tanta fe”. A los judíos les convenía tener mucha fe en Cristo, porque El era su Mesías, pero la fe del centurión hubiera sido maravillosa aun en los judíos. Era lógico y razonable pensar que Jesús debería haber dicho a muchos judíos, “Grande es tu fe”.  Lamentablemente, sin embargo, Jesús no encontraba tal fe entre ellos. Más bien, la encontró por lo menos en estos dos casos de gentiles. Lucas enfatiza mucho el tema de cómo Dios se preocupa por los samaritanos y gentiles y toma nota de ellos: 4:25-27; 10:33-37; 17:16; 24:47 y, desde luego, es Lucas quien relata en Hechos de los Apóstoles  la obra de evangelizarlos.
      El centurión tenía plena fe en la palabra de Cristo (“di la palabra, y mi siervo será sano”). Esto fue el gran problema con el pueblo de Israel, pues no creían la palabra de Cristo.
      En el relato de Mateo (8:11-13) Jesús agrega lo siguiente: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos (se refiere a la conversión de muchos gentiles);  12  mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.  13  Entonces Jesús dijo al centurión: Vé, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora”.
      7:10  Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. Dijo el centurión, “di la palabra”. ¿La dijo Jesús? Lucas no dice, pero lo que es obvio y muy cierto es que la voluntad de Jesús era de que el siervo sanara y sanó.










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9 comentarios:

  1. Te felicito Azael muy completo el estudio Bendiciones!!

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  2. Que revelación tan profunda. Gloria a Dios por compartir este alimento para nuestro espíritu .

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  3. BENDICIONES MUY BUENA INFORMACION DE ESTE ESTUDIO.GRACIAS AMEN.

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  4. 😢😢grande es el amor de Dios puse ese carita que esta llorando por mientras mas profundizaba sobre el relato del centurión de su empecé a llorar por que me demuestras la falta de fe Dios no puede obrar con su pueblo.doy gracias al encontrar este hermoso estudio de AZAEL.pude analizar mas sobre la fe gracias siervo de Dios que Dios te bendiga grandemente en todos tus a seres

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  5. Uuuuuuy. Magnífico estudio.
    Gracias por tomarte El tiempo de escudriñar la palabra de Dios.
    Dios te bendiga!!🙏

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  6. Gracias maestro, me has despejado algunas dudas, y me has enseñado bastante acerca del centurión. Bendiciones.

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  7. Se conoce el nombre del Centurión ?

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